viernes, 6 de abril de 2012

Efectos secundarios de las evaluaciones

Las evaluaciones internacionales de calidad educativa, en especial PISA, pusieron al desnudo un fenómeno importante ¡Los alumnos de extremo oriente tienen mejor rendimiento escolar! ¡Los chinos de Shangai aprenden mucho más que los norteamericanos!

Esto provoca cierta desazón en algunos grupos del poder de la primera potencia mundial, hasta un presidente se propuso como objetivo, cambiar el panorama ¡Y no cumplió! La mayor parte de los artículos de la “gran prensa”, tienden a justificar la diferencia de rendimiento, adjudicándosela a cierta “dureza en la crianza de los niños chinos”, pero me pregunto ¿No serán las representaciones sociales sobre Educación, la diferencia?

 


 

NUEVA YORK.- ¿Tigre? ¡Eso es tan 2011! El 2012 es el año del gallo. Y no, aunque el Año Nuevo chino haya sido pocos días atrás, no estamos hablando de horóscopos orientales sino de educación.

Ocurre que, en este espacio, la semana última, se habló del libro de Pamela Druckerman, "Bringing Up Bebé", sobre los méritos de una educación gala "dura" vis-a-vis (no podría ponerse de otra manera) una anglosajona más "sensible". Entre el aluvión de mensajes recibidos a raíz del tema, muchos lectores preguntaban por las diferencias con el libro que causó furor unos meses atrás y que también fuera aquí comentado: el de la "Tiger mom" o mamá tigresa, donde Amy Chua hablaba de los méritos de una durísima educación china frente a la norteamericana.

En Estados Unidos el libro de Chua fue tomado como una explicación no sólo de por qué los hijos de inmigrantes asiáticos tienen tan buenos resultados académicos sino de por qué China es pujante y al gran país del Norte algunos lo ven en decadencia. Aún así, las experiencias propias que Chua contaba, a muchos pusieron los pelos de punta. Por ejemplo, felizmente recordaba que cuando sus hijas le hacían tarjetas de cumpleaños o del día de la madre en la escuela así nomás, lejos de emocionarse o enmarcarlas como posiblemente harían las madres americanas que con Druckerman critican, las rompía hasta recibir una versión hecha con esmero y una composición estética digna.

Al respecto, Druckerman -en la tapa de cuyo libro aparece una sentida recomendación de Chua- opinó: "Un tema que ambas tenemos en común es que creemos que se puede esperar más de los niños. Los especialistas hoy avalan que los elogios desmedidos a los niños no construyen su autoestima. Por el contrario, les sacan la motivación de aprender de sus errores y hacer las cosas realmente bien. Los niños necesitan mucho amor y apoyo y protección, pero protegerlos de toda crítica y de todo fracaso es subestimarlos y tratarlos como si fueran débiles", subrayó.

El libro de Druckerman es tan entretenido como el de Chua, pero cuando salga este mes en EE.UU. (hasta ahora sólo está disponible en el Reino Unido), posiblemente no tenga el efecto polarizador que tuvo el de la mamá tigresa y sea adoptado con mayor facilidad. No sólo porque las prácticas de crianza que Druckerman ve en París son bastante menos radicales que las que narra Chua sino porque, como dijo The Economist al compararlos, a diferencia de la china, "los americanos no han temido la dominación francesa -más allá de la culinaria- ya por un tiempo".



Autora
Juana Libedinsky  
LA NACION (Arg)



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