lunes, 8 de abril de 2013

El error de usar pruebas estandarizadas como instrumento para la gestión del sistema educativo


Las evaluaciones estandarizadas se autojustifican afirmando que “aportan elementos para la toma de decisiones en materia política ¿Esto sucede en la realidad? ¿Puede una evaluación ser vista como una amenaza?  Bajo cierto contexto ¿Condiciona la enseñanza y los aprendizajes? Los siguientes párrafos hacen su aporte.


La evaluación en base a pruebas psicométicas referidas a norma está diseñada para seleccionar y no para incluir, por eso, en el contexto segmentado como los de los sistemas educativos en America Latina o el del sistema educativo chileno, fomenta la desigualdad. Ella no sirve para la mejorar la calidad de la educación, no sirve para que los profesores puedan hacer mejores clases, y habría que agregar que no son útiles para la gestión. Genera la ilusión de que se le esta tomando el pulso al sistema, pero solo habita en la irrealidad. Usarlas como instrumento de gestión solo sirve para identificar posiciones y rankings, o dicho de otra manera: segregar. Esto tiene como consecuencia generar mucho sufrimiento inútil e injusto en todos los niveles del sistema.

No hablamos de la evaluación en general pues es conveniente tener algún tipo de evaluación, sino de una evaluación que tiene como consecuencia, no mejorar la calidad sino aumentar la presión sobre los docentes mediante toda una parafernalia de premios y castigos. Es difícil comprender la lógica de las teorías subyacentes que llevan a pensar que los profesores van a enseñar mejor si se los castiga (o si se los premia). Es bien conocido en la literatura del “management” y en la práctica de la gestión de los ministerios y secretarías de educación, que este sistema no funciona. Algunas veces tiene un efecto de cortísimo plazo, pero este desaparece rápidamente.

Normalmente se piensa que los premios o los castigos son considerados incentivos para la acción y aparece como una medida fácil de implementar. Pero notemos que cuando se dice “incentivos” se esta diciendo que se utiliza una motivación externa (extrínseca) por parte del sistema para que los docentes hagan su trabajo. Recién se mencionó que las motivaciones extrínsecas no funcionan para lo que quieren las autoridades del sistema. Sin embargo, sí funciona para otra cosa. La motivación extrínseca como instrumento y política de Estado tiene supuestos y efectos perversos.
 
1. Disminuye la dignidad del docente. El supuesto, es que supone que los docentes no están motivados intrínsecamente (internamente) para hacer su trabajo. Este es un supuesto falso y tiene un efecto perverso. Tenemos que preguntarnos: ¿por qué suponer que los docentes no habrían de estar motivados internamente a hacer bien su trabajo? Suponer que no lo están, como política de estado, es restarle dignidad al docente y a su labor. Esta perdida de dignidad no se compensa con una mayor remuneración.

2. Mina la motivación intrínseca. Pero hay también otros efectos perversos, por ejemplo, suponer sistemáticamente que los docentes no están motivados para hacer su labor, mina sistemáticamente la motivación intrínseca. Una buena educación depende de la motivación intrínseca de los docentes. Tener una política que niega esta motivación intrínseca es una política que estimula una educación de mala calidad.

3. Rigidiza los procesos. Poner estándares y aplicarles evaluaciones, no solo fomenta la motivación extrínseca, sino que también rigidiza y estandariza los procedimientos. Por una parte, esto es algo que le conviene a los profesores que no están motivados para responder creativamente a los problemas que le presenta la enseñanza. Por otra parte, inhibe a los docentes que sí están motivados, y les “corta las alas” para encontrar las maneras mas adecuadas de enseñar a los niños, en particular, cuando se trata de una política curricular constructivista.

4. Destruye el clima de aula. Enemista a profesores y alumnos y fragiliza la confianza y el vínculo entre ellos. La facultad de seleccionar alumnos hace que los alumnos “malos” sean expulsados hacia las escuelas municipales que están obligados a recibirlos. En un sistema convivial y sano, un alumno con dificultades es el desafío y la razón de la labor de los docentes en las escuelas mas pobres. Pero en un sistema que opera sobre la base de juicios relacionados con los puntajes, donde la supervivencia de un docente depende de que los puntajes de sus alumnos, un alumno “malo” no puede sino ser visto por el docente como una amenaza y un problema que ojala “no existiese”.


Autor
Juan Casassus – UMCE, Santiago, Chile
En: Evaluación educativa, segmentación social y pérdida de calidad

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