Las evaluaciones de Calidad Educativa son de reciente aparición, han recibido fuertes y fundamentadas críticas, pero aún así continúan vigentes ¿Qué es lo que hace que no sean un fenómeno coyuntural? ¿Por qué son consideradas útiles?
A pesar de las críticas, la tendencia a llevar a cabo
procesos de evaluación de la calidad educativa es un hecho en nuestros días y
no parece que se trate de algo coyuntural o pasajero, sino que guarda relación
con un nuevo modo de conducción de sistemas complejos, como el sanitario o el
educativo. Si hasta hace algún tiempo los conceptos utilizados en la
administración pública procedían fundamentalmente de campos disciplinares como
el derecho o la ciencia política, en los últimos años se han ido adoptando
nuevas orientaciones a partir de las aportaciones realizadas por las diversas
ciencias de la
administración. En este nuevo contexto, la evaluación ocupa
un lugar específico, proporcionando conceptos, enfoques y técnicas para la gestión. El uso del
término conducción sugiere una imagen del funcionamiento de la administración
educativa muy diferente al que ha predominado hasta ahora. Frente a la
regulación mediante normas y el control jerárquico del cumplimiento de las mismas,
se pone el acento en la recepción y el tratamiento de una información
actualizada, capaz de permitir intervenciones más ágiles y mejor adaptadas a la
diversidad de situaciones específicas. Evidentemente, este nuevo modelo de
actuación requiere tanto la existencia de sistemas de información
suficientemente sofisticados como la preparación en el uso y la interpretación
de la información por parte de quienes deben utilizarla para tomar decisiones,
aspectos en los que aún queda mucho trabajo por hacer (A. Tiana).
Por otra parte, y sin minimizar la importancia de las
críticas que pueden plantearse a una perspectiva economicista de la educación,
resulta también evidente que existe una necesidad de racionalizar los gastos
destinados a la educación y de rendir cuentas de sus resultados. La
financiación de la educación supone un sacrificio social, por lo que el gasto
debe hacerse de la forma más racional posible, aún teniendo presente la
importancia de garantizar la
equidad. Las instituciones educativas son recursos sociales y
es necesario distribuir correctamente estos recursos. Además, en el contexto
actual, en el que se concede un margen creciente de autonomía a las escuelas,
resulta aún más necesario establecer sistemas de rendición de cuentas.
Lo importante en este sentido es no perder de vista las
diferencias que existen entre los conceptos de calidad, eficacia y eficiencia,
aspecto en el que existe un cierto desacuerdo incluso entre los especialistas.
Así, mientras la calidad sería un proceso de mejora continua, la eficacia puede
definirse como la capacidad para conseguir los objetivos o metas propuestas. La
eficiencia, por su parte, hace referencia a la capacidad de producir lo máximo
con el mínimo tiempo y energía, por lo que se trata de un concepto referido a
la relación entre inputs y resultados (A. Tiana). En este sentido, aunque a los
servicios públicos no se les exija rentabilidad, al menos puede exigírseles
eficiencia (R. Pérez Juste), es decir, el logro de determinados objetivos
optimizando los medios y los recursos.
Finalmente, conviene tener en cuenta que el uso de
procedimientos de evaluación de la calidad puede tener también consecuencias o
efectos positivos para los propios sistemas educativos, como se ha puesto de
manifiesto en reiteradas ocasiones. En concreto, y sin ningún afán de
exhaustividad, pueden mencionarse algunas de estas posibles consecuencias
positivas de la evaluación:
Aporta un mayor conocimiento e información sobre los
sistemas. Se puede afirmar que toda evaluación es un proceso que genera
información y, por lo tanto, implica un esfuerzo sistemático de aproximación
sucesiva al objeto de evaluación. Desde esta perspectiva, la evaluación permite
poner de manifiesto aspectos o procesos que de otra manera permanecen ocultos,
hace posible una aproximación más precisa a la naturaleza de ciertos procesos,
las formas de organización, los elementos intervinientes, etc.
Permite el diagnóstico de la situación a partir del uso de
indicadores. Sirve de ayuda en la conducción de procesos de cambio.
Contribuye a la mejora de la organización y funcionamiento
de los centros educativos.
Renueva el interés por los resultados de la educación y
contribuye, aunque sea indirectamente, a su mejora.
Extraído de:
Reflexiones en torno a la evaluación de la calidad educativa
Tendencias Pedagógicas 10, 2005
Inmaculada Egido Gálvez
Universidad Autónoma de Madrid
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