El
impacto que ha adquirido el informe PISA, una prueba de evaluación
estandarizada realizada por la OCDE, tiene que ver con el giro económico
neoliberal que se está produciendo en la concepción de la educación a nivel
mundial.
Como denuncian intelectuales del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), PISA es un inmenso
dispositivo de control que aspira a imponer una perspectiva educativa
neoliberal, que nos aleja del reconocimiento de la educación como un derecho y
nos aproxima a su interpretación como una inversión pensada de acuerdo con las
exigencias del mercado: “competir con éxito en el ámbito del panorama
internacional y abrir las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación,
lo que representa una apuesta por el crecimiento económico” (LOMCE, preámbulo).
Proporcionar mano
de obra adaptada a las exigencias de la producción moderna, se ha convertido,
con mucho, en la tarea primordial y la más importante de las funciones
atribuidas a la enseñanza, en este “giro neoliberal”. El papel público de la
educación como lugar de aprendizaje para la democracia y para la ciudadanía
democrática se ha pasado a considerar como un despilfarro de la inversión
pública y una pérdida de tiempo. Como si los seres humanos se pensaran y
definieran únicamente como trabajadores y trabajadoras de la maquinaria
laboral.
De esta forma se
está produciendo una auténtica mutación en la naturaleza y fines de la
educación. La problemática de la inserción laboral prevalece sobre la
aspiración a la integración social y política de los futuros ciudadanos y
ciudadanas y se ha convertido en la principal línea directriz de las reformas y
las políticas educativas y evaluadoras inspiradas por la OCDE.
La OCDE es un
organismo internacional creado para “maximizar el crecimiento económico” de los
países que lo integran. Es a esta institución, con una clara orientación
economicista, a la que nuestros representantes políticos han decidido
encomendar ser el árbitro global de las políticas públicas de educación y
determinar lo que los estudiantes deben saber y las escuelas enseñar.
El informe PISA,
emanado de la OCDE, está exclusivamente centrado en cambiar las escuelas para
“mejorar la competitividad económica”, olvidando que hay muchos otros aspectos
de la educación: el desarrollo artístico, la reflexión crítica, la educación
emocional, la participación cívica, la convivencia, etc. Estos aspectos, menos
susceptibles o imposibles de ser medidos, no se tienen en cuenta, reduciendo de
esta forma la visión colectiva en torno a lo que es o debería ser la educación.
En este sentido, expertas latinoamericanas se preguntan si lo que mide
PISA es la creatividad o la adaptación al modelo neoliberal de nuestros jóvenes: «se pretende presentar la
estandarización bajo los ropajes de la objetividad cuando lo cierto es que en
el fondo encubre la pretensión de hegemonizar, a través de su medición, los
valores de una determinada sociedad”.
“El protagonismo de las pruebas PISA en los últimos años ha tenido un
tremendo efecto reduccionista y simplificador sobre el debate educativo.
Primero, en lo que casi todo el mundo coincide, al reducir la complejidad del
aprendizaje y la educación a unos pocos indicadores cuantitativos; segundo, al
concentrar todo el foco sobre el desempeño en las tres disciplinas clásicas que
mide (vía competencias, sí, pero disciplinas al fin y al cabo) en detrimento de
otras materias; tercero, al reducir la escolarización a la enseñanza y el
aprendizaje académicos, ignorando la función de cuidado que igualmente compete
a la institución escolar” (Fernández Enguita,).
Lo cierto es que cada vez más expertos, como el catedrático de
sociología de la educación Julio Carabaña, demuestran sólidamente que
este programa de evaluación estandarizada carece de valor para ayudar a
mejorar la enseñanza en las aulas y el funcionamiento de las escuelas. Pues las pruebas
de este examen miden capacidades muy generales que dependen de la experiencia
acumulada en toda la vida del alumnado, desde su nacimiento. Por lo que, como
incluso reconoce PISA en sus propios textos “si un país puntúa más que otro no
se puede inferir que sus escuelas sean más efectivas, pues el aprendizaje
comienza antes de la escuela y tiene lugar en una diversidad de contextos
institucionales y extraescolares”.
De ahí, que
cuestione la inadmisible pretensión de este organismo económico para “llevar
las políticas educativas en una dirección determinada”. No sólo porque las
capacidades que mide PISA dependen poco o nada de las escuelas, sino porque ni
siquiera dependen de los cambios pedagógicos y políticos que PISA propone. Por
eso cada vez más expertos consideran que PISA no solo es un fracaso, sino un fraude,
pues no sirve para cumplir su objetivo principal, que es ayudar a la mejora de
las escuelas y los sistemas educativos.
Uno de los análisis más pormenorizados de la metodología de evaluación
de PISA, recogido en el libro PISA according to PISA, confirma que los rankings “están basados en tantos puntos
débiles que deben ser abandonados de inmediato”, y advierte que los análisis
sobre cómo deben ser las buenas escuelas o las diferencias entre los distintos
sistemas educativos, “van mucho más allá de lo que permite una aproximación
cauta a estos datos. Son en su mayoría pura especulación”.
De hecho, PISA no
realiza un seguimiento longitudinal de la evolución de los estudiantes (de
dónde se partía cuando se inició el proceso educativo o que transformaciones se
han logrado), compara lo que no es comparable (no es lo mismo un centro urbano
que uno en un área rural o marginal; no es lo mismo educar a jóvenes en
situación de riesgo que a estudiantes procedentes de las élites culturales de
un país) y solo mide lo que puede ser medido (nada dice acerca de la
imaginación o la creatividad de los estudiantes, su capacidad para hacer buenas
preguntas, su inventiva, su capacidad crítica y de transformación justa del
mundo). Además de su concepción homogeneizadora, sin tener en cuenta el
contexto socioeconómico y cultural de cada país y región, o los sesgos
socioculturales de los ítems de las pruebas. Como si solo existiera un mundo,
una única cultura y una única forma de insertarse en el mundo, según este modelo.
Un problema crucial que conlleva también es que está cambiando las
prioridades del profesorado, que se ve obligado a centrarse en buscar la forma
de obtener resultados, dedicando el tiempo a preparar lo que le piden en las
pruebas. El buen docente comienza a ser el que genera buenos resultados conforme
PISA. Esto aumenta aún
más el ya alto nivel de estrés en las escuelas, con una presión constante por
el rendimiento. Lo cual supone que este “régimen PISA” supone un riesgo real de
transformar el deseo de aprender en afán de aprobar y tiene el peligro de
transformar al alumnado con dificultades en un estorbo para mantenerse en el
ranking y la atención a la diversidad en un problema para centrarse en la
obtención de resultados.
Debemos reconsiderar este tipo de pruebas estandarizadas. No es
admisible creer que unas puntuaciones de las pruebas de PISA muestran la
calidad de los sistemas educativos, la capacidad del profesorado, el desarrollo
de los estudiantes, y la mejora de la sociedad. Debemos replantear la
evaluación como un proceso integral orientado a producir información,
contextualizada social y culturalmente, para mejorar los procesos de enseñanza
y aprendizaje. Se están llevando a cabo otro tipo de evaluaciones bastante
mejor enfocadas como, por poner un solo ejemplo, las pruebas UNESCO.
Como dice Pablo Gentili, deberíamos salir de PISA, porque “PISA simplifica lo que es complejo. PISA jerarquiza lo que no
tiene un orden. PISA compara lo incomparable. PISA silencia lo que la realidad
amplifica. PISA distrae lo que merece atención. PISA consagra lo que es banal y
trivializa lo que debería ser fundamental”. Y esto sólo exige voluntad política
para hacerlo.
Autor
Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Facultad de Educación de
la Universidad de León, Coordinador del Área Federal de Educación de IU y
miembro del Foro de Sevilla y Uni-Digna.
Fuente
https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/12/12/pisa-evaluacion-neoliberal-en-educacion/