Su objetivo es buscar la eficiencia económica a
través de modelos de gestión descentralizados dentro del sector público y
orientados hacia los rendimientos. Considera a la educación y a las personas
instrumentos del desarrollo económico, aunque no tengamos capacidad de pensar
críticamente o de respetar la humanidad.
¡Y dale con los informes PISA! Esa obsesión
educativa de tantos gobiernos, que se esgrimen siempre como los vaticinios del
oráculo o como la voluntad de los dioses del Olimpo. Cada vez que aparecen sus
resultados se convierten en un revulsivo para hablar de educación, aunque en
muchos países casi siempre sea para mal (la culpa es del profesorado, dicen
rápidamente algunos interesados).
Este no es un artículo sobre el negocio de miles de
millones de euros que generan las pruebas para las grandes corporaciones como
Pearson, McGraw-Hill y Educational Testing. Tampoco es un artículo sobre el
impacto en la segregación escolar que supone PISA, porque medir no mejora los
resultados y se sobrevaloran los instrumentos que favorecen la competencia
entre las escuelas; de hecho, el dato más fuerte obtenido de las mediciones es
el determinismo social.
Este es un artículo sobre la alianza de países para
convertir a la educación en un instrumento de la economía que está
contribuyendo al desarrollo de la desigualdad en educación.
Y se podría preguntar ¿cuál es la influencia de
PISA o de tantos otros informes en la tarea del profesorado? Aunque no lo
creamos, mucha.
Como pasa tantas veces en educación, no hay acuerdo
en si las pruebas externas como PISA benefician o no al sistema educativo, o si
benefician a las grandes empresas para saber en qué país invertir sobre seguro
a medio plazo. Recordemos que la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos) es una institución nacida para favorecer la expansión y
el desarrollo económico de sus países miembros, que pregona que, en
colaboración con gobiernos, responsables de políticas públicas y ciudadanos,
trabaja para establecer estándares internacionales y proponer soluciones
basadas en datos empíricos a diversos retos sociales, económicos y
medioambientales. Con el fin de enfrentarse mejor a los desafíos económicos,
sociales y de buen gobierno para aprovechar de manera más eficiente las nuevas
oportunidades que surgen y coordinar políticas locales e internacionales.
Su objetivo es buscar la eficiencia económica a
través de modelos de gestión descentralizados dentro del sector público y
orientados hacia los rendimientos. Considera a la educación y a las personas
como instrumentos para el desarrollo económico, motor de riqueza, para ser
técnicamente competentes, aunque no tengamos capacidad de pensar críticamente o
de respetar la humanidad.
No podemos permitir que la OCDE se convierta en el
Ministerio de Educación del mundo.
La OCDE impone metodologías instrumentales, que se
apoyan en políticas basadas en datos, además de modelos de financiación privada
y en los que se considera una inversión sostenible basada en los resultados,
para satisfacer una ideología de mercado que reproduce las clases sociales y
las jerarquías. Hay puntos de vista encontrados y, aunque parezca una paradoja,
todos ellos aparecen avalados mediante investigaciones. Y no sólo eso, esos
resultados se utilizan también para justificar una determinada forma de pensar
la educación, y de legislarla, o sea, como instrumento ideológico y no tanto de
mejora colectiva. Es algo a lo que nos tienen acostumbrados algunos partidos
políticos, tomando y haciendo público lo que les interesa de los datos.
Las evaluaciones reducen la complejidad educativa a
aquello que se puede medir con pruebas externas, con el añadido del
neocolonialismo cultural que suponen. Tienen la finalidad de comprobar un
determinado rendimiento escolar mediante la evaluación de unas determinadas
competencias, y miden sólo parte de lo que queremos que se aprenda, reduciendo
y seleccionando el currículum.
¿La realización de las pruebas externas mejora los
resultados? Parece que no. El simple hecho de hacer las pruebas no parece
suficiente. Pero nos dan datos y estos siempre son interpretables, como se
comprueba en el momento en que se publicitan. Hemos de ser conscieldadntes que
proporcionan un enfoque superficial del aprendizaje.
Estamos ante un enfoque de colonización del
lenguaje educativo por el discurso económico que se ha construido en torno al
poder de los datos y las grandes comparaciones, que se han convertido en una
auténtica religión. Además, la tecnologización del discurso forma parte de la
ingeniería del cambio social, unido a las reformas educativas que se están
desarrollando en las últimas décadas por este Ministerio de Educación
advenedizo. Las reformas se suceden con un cambio de paradigma en los sistemas
educativos, antes orientados por la inversión de recursos (input) y ahora
por el rendimiento verificable del alumnado (output), lo que se llamó la
“nueva gobernanza”. Supone volver a mecanismos de “caja negra” para la
evaluación de los sistemas educativos.
Existe el peligro del “síndrome PISA”, o sea,
convertir el sistema educativo en una carrera de obstáculos, mediante un cúmulo
de pruebas, en lugar de ahondar en temas más importantes para el aprendizaje
del alumnado, de sus motivaciones y sus necesidades. Y esto se parece ya a la
plaga educativa del siglo XXI: vamos a invertir menos para conseguir más. Vaya
falacia. Ante la falta de financiación se conduce a una educación pública de
bajo coste, con escasos recursos humanos y materiales, y a un aumento de la
privatización.
Entonces, ¿para qué sé hace? Tenemos la sospecha de
que no se lleva a cabo para apoyar al profesorado, sino para tener un ranking de
los niveles de los Estados, para ver si hay oportunidades de invertir, ya sea
en países con unas competencias determinadas o justo por la carencia de estas.
Es un hecho que las pruebas PISA, en lugar de las de la UNESCO u otras
organizaciones educativas, las realiza una organización económica.
¿Es esa la educación de las personas? Rotundamente
no. Decanta la educación hacia unas áreas instrumentales, con una determinada
lógica de ver la educación. Todas las disciplinas son importantes ya que todas
pretenden ayudar a desarrollar a una persona más integral, y eso implica un
abanico de conocimientos realmente difíciles de medir en una prueba. Pero aquí
no se busca la educación sino la instrucción en algunas áreas. Más calcular y
saber leer, y menos pensar o reflexionar.
La educación no puede limitarse a unos resultados
medibles en algunas áreas, y a un profesorado que se ve obligado a enseñar para
superarlas. Y surgen así dos peligros: enseñar para superar las pruebas (y
enseñar lo mismo a todos, volviendo la mirada hacia atrás), y la posible
clasificación de personas y centros.
Los gobiernos, en su afán por controlar el
rendimiento de los sistemas educativos, externalizan los conocimientos y las
evaluaciones haciendo que el profesorado sea un autómata para posteriormente
responsabilizarlo de los rendimientos del alumnado. Habría que relativizar esas
pruebas y confiar más en el profesorado y en los centros, que ya realizan
evaluaciones ordinarias y que son los que mejor conocen lo que sucede. En caso
contrario, se crea una obsesión por la rendición de cuentas y por imponer,
abusar y glorificar los resultados como la verdad que ilumina los caminos para
que el país sea mejor. Es obvio que habría que aprovechar más y mejor el
conocimiento docente, y se podrían establecer mecanismos de mejora en los
procesos de enseñanza-aprendizaje. Y, por supuesto, evaluar ese conocimiento
docente.
Es muy difícil evitar que tengan influencia esos
informes evaluativos internacionales de la OCDE y su perspectiva restrictiva e
ideológica, su modo de ver de una forma determinada la educación. Ello no
impide que tengamos que hacerlo mejor. Siempre hay que procurar hacerlo mejor.
Pero no solos, no cada uno aisladamente, sino junto a todos los que están
implicados en la educación. El profesorado que está leyendo este texto quiere
mejorar, sin duda, y además sabe que la educación hay que cambiarla desde
dentro y desde fuera. Es decir, necesitamos cambiar también el contexto, sus
valores, sus prioridades y la forma de enseñar y trabajar en las escuelas.
Por: Francisco Imbernón
Fuente:
https://eldiariodelaeducacion.com/porotrapoliticaeducativa/2020/02/10/no-es-solo-pisa-es-la-ocde/