Más allá
de de los resultados de una prueba descontextualizada y “colonizadora”, me
preocupa la falta de inversión, la formación del profesorado, el corpoplacismo
de las políticas educativas ola visión reduccionista de la educación centrada
en la escuela y no en el contexto del alumnado.
·
En torno a la
publicación de los resultados de las pruebas PISA, personas y entidades de
distintos países se han llevado las manos a la cabeza, por los “pobres”
resultados obtenidos. Esto me ha hecho pensar en lo que se decía en mi
infancia. “Hay quien solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena”. Porque
parece que estas personas y entidades llevan un tapón en los oídos que les
impide sentir las continuas tormentas que azotan a los sistemas educativos de
innumerables países. Incluido en nuestro.
A las personas que
vivimos el día a día de lo que sucede en la escuela y mantenemos un firme
compromiso con la misión más importante de las sociedades que buscan el bien
común: la educación, nos preocupan muchas otras y más importantes cosas. Porque
sin educación no hay civilización. Pero sin justicia social la educación para
el bien común es inviable.
De ahí que antes de
preocuparnos de los resultados de una prueba descontextualizada y
“colonizadora”, que solo tiene en cuenta un tipo de conocimiento y un contexto
social y cultural, haré una lista de lo que a muchos de nosotros nos preocupa.
Nos preocupa la
falta de inversión sistemática y rigurosa en la educación pública.
Nos preocupa contar
con una formación del profesorado a la altura de los tiempos VICA (volátiles,
inciertos, complejos y ambiguos) que vivimos. Porque como decía ya Antonio
Gramsci, el mayor reto de la educación es contribuir a formar individuos a la
altura de su tiempo.
Nos preocupan las
prácticas demasiado inerciales de los profesionales y las instituciones
encargadas de la formación inicial y permanente del profesorado.
Nos preocupa el
cortoplacismo y la falta de visión de los responsables de las políticas
educativas.
Nos preocupa la
falta de inversiones sistemáticas e integrales que llevan al profesorado de
algunos centros a trabajar en condiciones de resiliencia.
Nos preocupa la
visión reduccionista de la educación centrada en la escuela y no en el contexto
del alumnado que, cuando llega –si es que llega– a la institución, tiene unas
condiciones de partida y de vida que lo sitúan en una desigualdad difícilmente
superable.
Nos preocupan las
condiciones de trabajo del profesorado. En algunos países que pasan las pruebas
PISA, tienen que trabajar tres turnos para sobrevivir y reciben el salario
tarde y mal. Y en los que pueden vivir trabajando en un solo centro, teniendo
que atender a poblaciones cultural, social, económica y física y mentalmente
diversificadas, sin contar con el conocimiento o los recursos necesarios para
llevar a cabo su trabajo.
Nos preocupa la ola
de solucionismo tecnológico que nos invade al descubrir las grandes
corporaciones tecnológicas el tesoro (el gran negocio) que encierra la
educación.
Nos preocupa la
falta de comunicación entre los equipos de investigación, los responsables de
las políticas educativas y los centros de enseñanza.
Nos preocupa que organismos
como la OCDE y los responsables de los gobiernos mantengan la pretensión de
“medir los resultados de los sistemas educativos en lo que respecta al
rendimiento del alumnado, dentro de un marco común y acordado a nivel
internacional”, cuando no hay nada más contextual que el aprendizaje y no hay
nada tan desigual como los sistemas educativos de países tan diversos como
Finlandia, Corea del Sur y México o Brasil. ¿Qué es lo que “miden” las pruebas
PISA más allá de la habilidad de contestar a lo que los responsables de estas
pruebas esperan que contesten?
Y nos preocupa porque como como argumentaba H. L. Mencken (1880 – 1956):
“Para cada problema complejo hay una respuesta que es clara, simple y errónea».
Nos preocupa porque es un ejemplo más de la dificultad que tenemos para
enfrentarnos a los problemas “perversos” (wicked – Rittel y Webber,
1984). Porque la educación es un problema particularmente “perverso”. Los
problemas perversos se caracterizan por no estar claramente definidos. La
información necesaria para comprenderlos depende de las propias ideas, de la
imágenes mentales y afectivas, de quienes intentan resolverlos. Exigen un
inventario exhaustivo de todas las soluciones posibles anteriormente
propuestas. No es posible entender el problema sin conocer el contexto, y no
hay nada tan contextual como el aprendizaje; ni se puede buscar información sin
estar orientada hacia una posible solución. No se pueden considerar resueltos
por razones inherentes a la lógica del problema (verdadero-falso), sino porque
las personas investigadoras o responsables de las educativas consideren que
alcanzaron un grado aceptable de “satisfacción”. Y lo que es mucho más
importante -sobre todo para el caso de la educación-: cualquier intervención en
un problema “perverso” tiene consecuencias, deja huellas, que no pueden ser
borradas por una acción “reparadora” de los efectos no deseados, porque esto
generará otros problemas. Por todo ello, son problemas con características que
los convierten en “únicos” y también actúan como síntomas de otros problemas.
Si pensamos en el
contexto de nuestro sistema educativo, o en el de cualquier otro país, no
podremos encontrar ningún otro problema tan “perverso” como en el de la
educación.
Por todo ello,
invito a todas las personas interesadas por una educación para el bien común y
la justicia social a pensar desde la complejidad sin buscar soluciones “claras,
simples y erróneas”. En el caso de este tipo de respuestas que representa PISA,
como dijo hace años Miguel Ángel Santos Guerra, invito a que nos preocupemos
por “alimentar el pollo”, y no solo por “pesarlo”.
Autora
Juana M. Sancho
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