¿Puede reducirse la Calidad Educativa
a un limitado número de conocimientos y habilidades? ¿Es suficiente con una
prueba de aprendizajes? ¿Qué otras
dimensiones podemos considerar? ¿Cuál es el sentido de “Evaluar un sistema”?
Ante un auditorio interesado en la educación no es necesario
abundar en lo relativo a la importancia de su calidad y su evaluación. Pero
teniendo en cuenta la diversidad de concepciones de estas dos nociones (calidad
y evaluación) juzgo necesario explicitar mis propias ideas al respecto, de modo
que las respuestas que ofreceré para las tres preguntas siguientes cobren
sentido pleno.
Tratando, pues, de responder a esta primera pregunta, afirmo
que, idealmente, una evaluación adecuada para que sirva realmente para mejorar
la calidad educativa sería una muy amplia, que incluyera todas las dimensiones
de la calidad; todas las áreas del currículo; los aspectos cognitivos pero
también los actitudinales y valorales; no sólo niveles de dominio elementales,
sino también los más elevados; insumos, pero también procesos y productos; los
diversos actores y niveles organizacionales del sistema educativo; y que,
además, incluyera el análisis de los factores que inciden en la calidad, de
manera que dé bases para el diseño y la implementación de políticas.
Desarrollo el primero de los elementos anteriores: una buena
evaluación deberá comprender todas las dimensiones de la calidad.
Sabemos que las políticas educativas han puesto el acento
sucesivamente en la atención de la cobertura, luego en la eficiencia terminal
y, más recientemente, en el nivel de aprendizaje alcanzado por los alumnos y en
la equidad del servicio educativo. La coincidencia de la secuencia anterior de
tales políticas en muchos países de la región latinoamericana y otras partes
del mundo no es casual: responde, desde luego, a la similar evolución del
contexto demográfico, económico, social y cultural.
Es frecuente que el término calidad se defina en forma
restringida, limitándolo a lo que se refiere a los niveles de aprendizaje. En
este sentido se dice que, tras centrar la atención en la cobertura y la
eficiencia, ahora las políticas educativas ponen el énfasis en la calidad. Otra manera
de usar la palabra, que juzgo preferible, le da un sentido más amplio, que se
aplica también a las políticas de cobertura y eficiencia terminal.
Un concepto amplio de calidad, en efecto, no puede dejar
fuera las dimensiones de cobertura y eficiencia, aunque no pueda limitarse a
ellas y deba incluir además el nivel de aprendizaje, entre otras cosas.
Un concepto amplio de calidad debe incluir, en mi opinión,
varias dimensiones que, en forma sintética, pueden expresarse diciendo que un
sistema educativo de calidad es aquél que:
• Establece un currículo adecuado a las necesidades de la
sociedad, incluyendo las de una mayor productividad económica, pero también
otras necesidades básicas en una perspectiva de desarrollo integral, como las
que tienen que ver con la democracia política, el respeto de los derechos
humanos, el desarrollo de la ciencia, el cuidado del medio ambiente y la
preservación y enriquecimiento de la diversidad cultural. Esta dimensión puede
definirse con la expresión relevancia de los objetivos curriculares.
• Logra que la más alta proporción posible de destinatarios
acceda a la escuela, que permanezca en ella hasta el final del trayecto
previsto y que egrese alcanzando los objetivos de aprendizaje establecidos.
Esta dimensión incluye, pues, la cobertura y la eficiencia terminal, así como
el nivel de aprendizaje, y en términos sistémicos coincide con la eficacia
interna del sistema.
• Consigue que los aprendizajes logrados por los alumnos
sean asimilados por éstos en forma duradera y deriven en comportamientos
sociales sustentados en los valores de libertad, equidad, solidaridad,
tolerancia y respeto a las personas, que son fructíferos para la sociedad y
para el propio individuo, quien podrá así alcanzar un desarrollo pleno en los
diversos roles que habrá de desempeñar como trabajador, productor, consumidor,
padre de familia, elector, servidor público, lector y telespectador, entre
otros; en pocas palabras, como ciudadano cabal. En términos sistémicos esta
dimensión es la de la eficacia ex terna o impacto del sistema.
• Cuenta, para lograr lo anterior, con recursos humanos y
materiales suficientes, y los aprovecha de la mejor manera posible, evitando
despilfarros y derroches. Es fácil apreciar que esta es la dimensión eficiencia
del sistema.
• Tiene en cuenta la desigual situación de alumnos y
familias, de las comunidades en que viven y las escuelas mismas, y ofrece
apoyos especiales a quienes lo requieren, para que los objetivos educativos
sean alcanzados por el mayor número posible. Esta última dimensión es la de
equidad.
Conceptualizada así, multidimensionalmente, la educación
será de calidad si es relevante, si tiene eficacia interna y externa, si tiene
un impacto positivo en el largo plazo, si es eficiente en el uso de los
recursos y si busca la equidad.
Considero que es mejor este concepto amplio de calidad que
uno restringido, porque creo que nadie creerá que un sistema educativo es de
calidad si atiende sólo a una fracción de la población en edad de acceder a
cierto nivel, o si pierde en el camino a muchos de los alumnos que lo
comienzan, aunque los que terminan lo hagan con altos niveles de aprendizaje.
Los otros componentes de una buena evaluación son claros:
todas las áreas del currículo, comenzando por supuesto con Lectoescritura y
Matemáticas, pero sin limitarse a ellas, sino contemplando, al menos en el
mediano plazo, las ciencias naturales y las del hombre, la educación física y
artística, etc.
Deberán incluirse los aspectos cognitivos pero también los
actitudinales y valorales, ya que la educación no sólo pretende desarrollar los
primeros, sino también, y con creciente énfasis, los segundos, cuya importancia
para la vida en una sociedad democrática y culta se reconoce cada vez más.
Obviamente, no sólo deberán valorarse niveles de aprendizaje elementales, como
memorización, sino también los más elevados, de razonamiento propio, juicio
crítico y creatividad.
Una buena evaluación no podrá limitarse a los insumos del
sistema, si bien no puede olvidarlos, ya que sin ellos no es posible medir la
eficiencia del sistema, pero habrá de considerar también los productos, para
valorar la eficacia, y los procesos, como parte de una aproximación explicativa
que indague en lo relativo a las causas de la situación descrita, con lo que se
dará sustento sólido al diseño y la implementación de acciones de mejoramiento.
Con un enfoque integral como el que se propone, la
evaluación tomará en cuenta no sólo a los alumnos, sino también a los maestros,
los directores y supervisores y las autoridades educativas, así como los
diferentes niveles de organización de un sistema complejo como el educativo, en
cada uno de los cuales hay una problemática específica, y oportunidades
particulares de intervención: el aula, la escuela singular, la zona o distrito
escolar, el municipio, la región, provincia o entidad federativa, y el país.
Una buena evaluación, además, deberá caracterizarse por las
cualidades técnicas de cualquier medición buena, que se resumen en la validez y
la confiabilidad, en sus diversas facetas: que se mida realmente lo que se
pretende medir, y que se haga de manera que los resultados sean comparables en
el espacio y en el tiempo.
Subrayo que la evaluación no puede reducirse a la aplicación
de pruebas de aprendizaje. Estas son, sin duda, necesarias para la medición de
los resultados de la enseñanza, pero la valoración de otros aspectos implica la
construcción de indicadores con otro tipo de datos, tomados de otras fuentes,
como los sistemas de información estadística o estudios ad hoc.
Es claro que esta es una visión ideal, que en sentido
estricto es imposible llevar a la práctica, pues exigiría una cantidad de
trabajo y un volumen de recursos enorme para recolectar la información
necesaria.
Pero si no se tiene este punto de referencia es fácil caer
en el error opuesto, que en la realidad se ha dado en muchos lugares: el de
reducir el sistema de evaluación a los elementos más fácilmente disponibles,
con lo que sólo se dispone de datos gruesos y burdos sobre el número de alumnos
inscritos en el sistema al inicio y al fin de un ciclo, el de maestros y
escuelas, el presupuesto asignado a las escuelas y poco más.
Por ello creo que es importante manejar una visión ideal de
lo que debería ser la evaluación como referente para el desarrollo de un
sistema concreto; con tal punto de referencia, y con ayuda de las metodologías
de investigación y evaluación educativa desarrolladas en las últimas décadas,
es factible diseñar sistemas mucho más finos que los habituales, con
requerimientos de recursos al alcance de los sistemas educativos reales.
No está de más precisar que diversos tipos de evaluación son
competencia de diversas instancias. En particular conviene distinguir la
evaluación de individuos de la de los sistemas como tales. La evaluación de los
alumnos en lo individual, por ejemplo, es y sin duda seguirá correspondiendo a
los maestros y las escuelas en que están los alumnos; la evaluación de los
maestros en lo individual corresponde y corresponderá seguramente a los
directores y supervisores.
La evaluación a la que me refiero en este escrito es,
precisamente, la del sistema educativo en cuanto tal. Se trata, pues, de una
evaluación de nivel macro, que no sustituye a las evaluaciones individuales,
sino que las complementa, iluminando un ángulo diferente de la realidad
educativa.
Extraído de:
Una mirada técnico-pedagógica acerca de las evaluaciones de
calidad educativa
Felipe Martínez Rizo
En: Evaluar las
evaluaciones
Una mirada política acerca de las evaluaciones de Calidad
Educativa
IIPE UNESCO
En la sección “Biblioteca” hay un link hacia el PDF completo
1 comentario:
geniales los aportes.! gracias por el dato!
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